Libra es el único signo zodiacal que se representa con un objeto
inanimado. El nombre del signo aparece después del siglo II d. C. Anterior a esta fecha no
existía como entidad separada. La parte del cielo que hoy conocemos como Libra
era llamada originalmente como Chelae, las pinzas de Escorpión. En la mitología
egipcia, las balanzas simbolizaban el juicio al que Osiris sometía a las almas
en el mundo subterráneo. Su daimon se refiere al juicio, la reflexión y la elección.
Desde el punto de vista de Libra antes de emitir una sentencia
debe realizarse una cuidadosa reflexión y evaluación. Este signo está relacionado con cuestiones
éticas y morales, con juicios y repartos. Para Libra no se trata de una valoración individual,
sino más bien de una ética universal que trasciende los asuntos meramente
humanos. El desarrollo del signo parece encerrar una curiosa paradoja: aunque está
enamorado de las leyes ordenadas de la vida y deposita gran fe en la justicia,
se ve enfrentado cara a cara con los aspectos inmorales y desordenados de la vida que fragmentan
y dividen su deseada unidad. Los hombres tienen una cierta afinidad con aspectos femeninos
como el adorno y el autoembellecimiento, y las mujeres Libra suelen tener un pensamiento
racional, claro y habilidad organizativa. Los dioses no son tan justos como los hombres. Si Libra puede aceptar esto, su papel como portador de civilización y reflexión llega a ser genuino y significa la nobleza del espíritu humano.
Paris era hijo del rey Príamo y de la reina Hécabe de Troya.
Siendo niño un oráculo en un sueño advirtió a su madre que Paris se convertiría en la
ruina de su país, por lo cual lo abandonaron en el monte Ida, en donde una osa le amamantó y
le salvó la vida. Más tarde su descollante hermosura, inteligencia y fortaleza testimoniaban
la cuna real del joven y por su perspicacia con las mujeres y su extraordinaria
capacidad de juicio Zeus le pidió que arbitrara en una pugna existente entre tres diosas
olímpicas. Hermes le entregó una manzana de oro, la cual debía dar a la más bella.
Las diosas eran Hera, Atenea y Afrodita. Paris sabía que cualquier respuesta que diera
iba a enemistarle con dos de las diosas por lo que trató de dividir la manzana en
tres partes iguales, pero no aceptaron. Hera le ofreció la soberanía sobre Asia, lo cual
no atrajo al buen Libra de Paris; Atenea le prometió salir victorioso de todas sus batallas
y Afrodita, conociéndolo mejor, le prometió la mujer más bella del mundo, Helena, hija
de Zeus y Leda, esposa de Menelao. De modo que Paris le entregó la manzana de oro a
Afrodita. Cuando Paris llegó a la corte de Micenas se encontró con Helena e inmediatamente
se enamoraron y durante la ausencia del rey se fugaron a Troya. Este incidente
provocó a los griegos y les dio una excusa para reducir Troya a cenizas.