Moira
en realidad, era un poder moral, pero nadie puede
pretender que era exclusivamente benevolente o que tenía respeto por los intereses estrechos o por los deseos de la humanidad. No tiene nada
que ver con previsiones, objetivos o proyectos.
Moira es una fuerza ciega y automática que deja a sus subordinados jugar
libremente siempre que éstos no se muevan de su esfera de competencia,
pero que reacciona con furia en el momento en que se cruzan sus fronteras.
Es una representación que afirma
una verdad sobre el ordenamiento de la Naturaleza, y esta afirmación no añade nada nuevo más que incidir en que ese ordenamiento es necesario y justo. El destino – o Moira- es
el guardián de la justicia y de la ley más que una fuerza predeterminada
azarosa que dicta cualquier acción del hombre. La muerte, al ser la afirmación final de Moira, la porción o límite circunscrito
más allá del cual los mortales pueden ir, no es una indignidad,
si no una necesidad de origen divino.